Una exposición artística a través de siete historias sobre el ictus






︎La pala de después

Francisco C., 56 años


        Tengo que darle las gracias a muchísima gente por hacer que el ictus me haya cambiado la vida para bien. Y a mí me dio fuerte, ¿eh? Pero fuerte. Empecé a sentirme mal por la mañana, veía raro y me sentía como débil, tardé en reaccionar y mira, cinco meses en coma y a puntito de no volver. ¿Sabes qué pasa? Que yo le he dedicado toda mi vida al trabajo. Más de treinta años metido en la construcción. Día sí, día también y de 8 a 8. Y he ganado dinero, ¿eh? Pero claro cuando vino la crisis y escuchaba que todo se había terminado, que no había vuelta atrás, yo no sé si del estrés o qué, pero la cabeza me explotó. Literalmente.

        Cuando me desperté del coma me acuerdo de verle la cara a mi mujer y a mi hija. María tenía los ojos hinchados de tanto llorar y estaba muy delgada. Y Candela igual que su madre. Es que son iguales. Y las dos me miraban con una alegría que no he visto nunca nada igual. Qué guapas estaban, me acuerdo de pensar, y qué poco se lo había dicho. Lo que pasa es que ahí tampoco se lo pude decir, pero porque no sabía hablar. Ni comer, ni andar, ni nada, me dijeron más tarde. Lo tenía que volver a aprender todo. Entonces decidí que si salía de esta iba a dedicarle mi vida a mi mujer, a mi hija, y luego a todo lo demás. Y aquí estoy, diez años más tarde y con mucha rehabilitación, con alguna secuela pero más feliz que nunca. Ojalá haberme dado cuenta antes, la verdad, pero ha tenido que ser así.




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