︎El teléfono de después
María D., 45 años
Recuerdo nítidamente el día que pasó todo. Estaba paseando con Julián por la Cuesta de Moyano y nos paramos en una caseta para echar un vistazo. Había un montón de libros antiquísimos y me llamó la atención uno de aritmética porque había un ábaco dibujado en la portada, creo que ponía que era de 1800 y algo. Fui a cogerlo para enseñárselo a mi marido y hacerle alguna broma sobre si era suyo, porque siempre está con la manía de que se ve muy mayor. Cuando quise agarrarlo, la mano se me cerró antes de llegar al libro, y así dos veces. Me giré y le dije a Julián que mira qué tontería, que no me respondía bien la mano, y él me dijo nena, no te entiendo, no te entiendo, nena, qué te pasa, no hagas tonterías por favor.
Aquel día todo el mundo reaccionó rápido y el proceso de recuperación fue duro pero eficaz. Gracias a eso prácticamente no tengo secuelas físicas. El problema es que, aunque yo haga vida normal y todo parezca como antes, algo dentro de mí ha cambiado. Han pasado ya diez años y a día de hoy muy poca gente entiende cómo me siento. Amigos, familia, compañeros del trabajo, profesionales y clínicos… todos ayudan, y yo agradecida, pero esta enfermedad te hace sentir minúscula, débil y sola. Y es una soledad muy desagradable. Te sientes desconectada de todo el mundo. Hay que ser muy fuerte y estar preparada para todo.
María D., 45 años
Recuerdo nítidamente el día que pasó todo. Estaba paseando con Julián por la Cuesta de Moyano y nos paramos en una caseta para echar un vistazo. Había un montón de libros antiquísimos y me llamó la atención uno de aritmética porque había un ábaco dibujado en la portada, creo que ponía que era de 1800 y algo. Fui a cogerlo para enseñárselo a mi marido y hacerle alguna broma sobre si era suyo, porque siempre está con la manía de que se ve muy mayor. Cuando quise agarrarlo, la mano se me cerró antes de llegar al libro, y así dos veces. Me giré y le dije a Julián que mira qué tontería, que no me respondía bien la mano, y él me dijo nena, no te entiendo, no te entiendo, nena, qué te pasa, no hagas tonterías por favor.
Aquel día todo el mundo reaccionó rápido y el proceso de recuperación fue duro pero eficaz. Gracias a eso prácticamente no tengo secuelas físicas. El problema es que, aunque yo haga vida normal y todo parezca como antes, algo dentro de mí ha cambiado. Han pasado ya diez años y a día de hoy muy poca gente entiende cómo me siento. Amigos, familia, compañeros del trabajo, profesionales y clínicos… todos ayudan, y yo agradecida, pero esta enfermedad te hace sentir minúscula, débil y sola. Y es una soledad muy desagradable. Te sientes desconectada de todo el mundo. Hay que ser muy fuerte y estar preparada para todo.
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